
En cada torneo de tenis de mesa, además de jugadores y entrenadores, hay una figura silenciosa pero clave: madres y padres que acompañan, animan, sufren y sueñan con sus hijos. Ser padre o madre de un jugador competitivo no es tarea fácil. Se vive entre la alegría de un buen resultado y la frustración ante una derrota, con el deseo constante de ayudar sin interferir.
Apoyar sin presionar es un arte. No hay manuales definitivos, pero sí hay claves que pueden marcar la diferencia en el desarrollo emocional, deportivo y personal de un joven jugador. Este artículo ofrece una guía completa para acompañar desde el respeto, el aliento y la escucha, sin caer en expectativas que puedan pesar más de la cuenta.
Entender el contexto: por qué tu hijo juega y compite
Cada niño o adolescente que compite tiene sus propias motivaciones:
- Superarse
- Divertirse
- Hacer amigos
- Ganar
- Representar a su club o comunidad
- Ser como sus ídolos
Como padre o madre, es fundamental entender por qué juega tu hijo y alinearte con ese motivo. Si su objetivo es disfrutar, y el tuyo es que gane, aparecerá el conflicto. Apoyar sin presionar empieza por respetar sus razones y acompañarlas, no reemplazarlas.
La diferencia entre alentar y exigir
Uno de los mayores errores (aunque bien intencionados) es confundir el ánimo con la exigencia. Ejemplos:
- Alentar: «Dale, vos podés, disfrutalo.»
- Exigir: «No podés perder contra ese chico.»
El aliento se enfoca en el esfuerzo, la actitud, el proceso. La exigencia se centra en el resultado. El problema es que, al presionar por ganar, se genera ansiedad, miedo al error y una relación poco sana con el deporte. Apoyar sin presionar implica priorizar el crecimiento por sobre el resultado inmediato.
Durante el partido: dónde y cómo estar
Estar presente no significa estar encima. Muchos chicos dicen sentirse más nerviosos cuando sus padres gritan, hacen gestos o se muestran tensos durante un partido. Algunas claves para apoyar bien desde la grada:
- Sentarse en un lugar visible, pero no invadir el espacio del entrenador
- No dar órdenes técnicas desde afuera
- Mantener una expresión serena, tanto en puntos ganados como perdidos
- Aplaudir actitudes, no solo resultados
- Evitar comentarios críticos al terminar el set
Tu hijo necesita saber que estás ahí, pero no necesita sentir que está bajo examen.
Después del partido: el momento más delicado
El comportamiento de los padres en los primeros minutos tras el partido puede dejar huellas profundas. Algunas recomendaciones:
- No hagas un análisis técnico inmediato. Deja que se recupere emocionalmente.
- Preguntá cómo se sintió, no solo si está conforme con el resultado.
- Validá su esfuerzo, incluso si jugó mal.
- No uses el partido para castigar o premiar afectivamente («Hoy no me hables», «Hoy te ganaste el helado»).
El apoyo incondicional no está en condicionar el afecto al rendimiento.
Expectativas: las tuyas y las de tu hijo
Muchos conflictos aparecen cuando los padres depositan sus propios sueños, frustraciones o deseos en el deporte del hijo:
- «Yo siempre quise competir y nunca pude.»
- «Tiene talento, no puede desaprovecharlo.»
- «Si entrenara más, llegaría lejos.»
Esto pone una carga extra sobre el chico, que siente que debe cumplir no solo con su deseo, sino con el tuyo. Es importante diferenciar tus sueños de los de él o ella. Y si no está claro cuáles son los de tu hijo, lo mejor es preguntarlo.
El valor de perder (y de perder bien)
Una derrota bien acompañada es una lección enorme. Enseña a:
- Tolerar la frustración
- Aprender del error
- Respetar al rival
- Volver a intentar con más claridad
Si tras perder tu hijo se encuentra con críticas, bronca o distancia emocional, puede vivir el deporte como una fuente de presión. Si en cambio lo recibe como un proceso normal, aprenderá a competir sin miedo al error.
El equilibrio entre acompañar y delegar
Hay padres que se meten demasiado, y otros que se desentienden completamente. Lo ideal está en el medio:
- Acompañar en lo logístico (viajes, inscripciones, materiales)
- Delegar en el entrenador lo técnico y deportivo
- Estar disponibles para conversar sin forzar el tema
- Dejar espacios para que el hijo desarrolle autonomía
El deporte también es una escuela de independencia. Estar disponible sin invadir es una de las claves del buen acompañamiento.
Ser ejemplo, no entrenador
Tu hijo tiene (o debería tener) un entrenador. Tu rol no es reemplazarlo, sino acompañar desde el ejemplo:
- De respeto al rival y al árbitro
- De valoración del esfuerzo
- De serenidad ante los altibajos
Si pierdes la paciencia, te enojas con el árbitro o criticas a otros chicos, estás enseñando con el ejemplo lo que no se dice con palabras. Tu actitud enseña tanto como sus entrenamientos.
Confiar en el proceso
El deporte es una construcción a largo plazo. No todo tiene que pasar este año, en este torneo o con este entrenador. A veces, los padres se impacientan:
- «No mejora el saque»
- «Siempre pierde con el mismo rival»
- «Ya no se divierte como antes»
Confía en que cada etapa enseña algo. Lo importante no es que gane ya, sino que el deporte lo forme como persona, le aporte alegría y le deje herramientas para la vida.
Testimonios de padres que aprendieron a acompañar mejor
«Yo al principio me metía demasiado. Le quería dar consejos en el auto, lo apuraba… Hasta que un día me dijo: ‘Papá, sólo quiero que me mires, no que me hables’. Ahí entendí que debía correrse un poco y confiar.» – Jorge, papá de Tomás, 13 años
«Aprendí a quedarme callada cuando pierde. No porque no me duela, sino porque sé que en ese momento no necesita explicaciones, necesita sentir que lo quiero igual.» – Mariana, madre de Luz, 11 años
«Entendí que esto es su camino, no el mío. Lo apoyo en lo que necesite, pero no lo empujo a competir si no lo siente. Y eso hizo que se acercara mucho más a mí.» – Luis, padre de Felipe, 15 años
El mejor apoyo es tu presencia tranquila
Ser madre o padre de un jugador de tenis de mesa es un privilegio y una responsabilidad. El mejor apoyo que podés ofrecer es tu presencia serena, tu escucha genuina y tu confianza en su proceso. No hace falta que sepas de efectos, de gomas o de tácticas. Hace falta que estés, sin juzgar. Que animes, sin imponer. Que abraces, gane o pierda.
Porque al final del día, lo que tu hijo recordará no es solo cuántos partidos ganó, sino cómo se sintió mientras jugaba. Y tu forma de acompañar puede hacer que ese recuerdo sea mucho más valioso que cualquier medalla.